miércoles, 20 de mayo de 2009

EL SILENCIO



Tengo desde hace algún tiempo una necesidad imperiosa de SILENCIO. Y esta necesidad me ha llevado a encontrarme con una vieja amiga y compañera: la SOLEDAD.

Al encontrar ese silencio, esa ausencia de sonido provocado por mi persona en el exterior, empiezo a escuchar las voces de la consciencia que se manifiestan una tras otra.

Fuera nada, dentro todo... eso sí NADIE.

En esa ágora interna escucho algunas de las voces con mayor claridad que otras, son entre esas más fuertes en las que descubro la CULPA.

Me habían hablado de ella, y yo pensaba que no la conocía. Es decir podía imaginarla, como me imagino un duende, pero nunca lo he visto. La había incluso leído; sabía que seguramente estaba en ese armario sin luz que se esconde entre mis pulmones, pero todavía no la había encontrado. Y así, sin buscarla, apareció, la identifiqué entre las miles de voces que oigo en el silencio de la soledad.

Dura y seca, rígida como la madera de un bastón de caminante. Dispuesta a torturarme con sus azotes. Melancólica de algo que nunca existió, que nunca fué. Y yo víctima voluntaria de ese veneno, bebiendo con sed de agua pura.

Encarándola, tal gladiador a un león en el Coliseo, siento la parálisis en todo el cuerpo. Empieza en la lengua, sigue en la traquea, hasta llegar a las entrañas que se contraen evitando que el aire respirado llegue hasta ellas. Seguramente se trate de un estado que asemeja al pánico. Quietud, pero no una quietud relacionada con la paz o la armonía, sino más bien con el estado de "knockout".

Un grito ahogado en la inactividad fervorosa.

"¿Por qué te sientes culpable?" - La parte de mi, que después del agotamiento, pregunta emanando compresión-.

"Me siento culpable de la necesidad de silencio y de soledad. Me siento culpable de mostrarme ante un mundo como sujeto inactivo y ensimismado. Me siento culpable de no ser como se supone que debiera ser. Me siento culpable de no contar con las fuerzas para relacionarme con el ambiente desde la "normalidad", desde las reglas con las que todos juegan. Me siento culpable de no tener la energía para "pertenecer" a esta sociedad y participar de ella." - Contesta casi entre sollozos de dolor otra parte mía que ocupa la mayoría de los escaños de mi parlamento interior-.

Voces que no me pertenecen, que son de otros que están muy cercanos a mi, también pueden ser escuchadas en ese silencio: "Vamos, reacciona, no puedes quedarte ahí en el atrapo para siempre!... No ves, qué día tan estupendo hace hoy!! no te escuches demasiado, no te hagas caso y reacciona!!!"

Esas voces me dañan más, pues hacen coalición con los escaños de la culpa y entonces generan una mayoría absoluta en mi que es difícil de superar.

En esos momentos intento apelar desde las minorías sabias que reclaman sus derechos ancestrales sobre la tierra, a esa parte mía que quiere VIVIR y DISFRUTAR de su existencia, sin juicios. Es entonces cuando me digo y me repito:

"PERMÍTETE!!!!"

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